

Para muchos esto es puro trámite, para otros va a suponer una necesaria alfabetización emocional. Claramente estos dos últimos, muy influidos por lo que se escribía en la época y por el nuevo paradigma de la educación emocional, permiten entender mejor cuán importante es la adopción del enfoque de lo emocional en contextos de aprendizaje, reglados y no formales. La inteligencia social, más amplia y rigurosa, recoge todos los demás elementos, los individuales y los sociales, hasta enriquecer los modelos que explican la enseñanza y el aprendizaje de los seres humanos.Ī la tradicional división que hemos hecho de objetivos-contenidos de aprendizaje de tipo conceptual (aprender a conocer y aprender a aprender), procedimental (aprender a hacer) y actitudinal (aprender a ser), el Informe Delors (1998) (documento en pdf) añadió aprender a convivir. Se trata, pues, de la repercusión de las emociones en la vida personal y en el desarrollo del aprendizaje, superando, de esta forma, el planteamiento cognitivista de reducir la inteligencia al desarrollo de habilidades mentales. La inteligencia emocional es un subproducto de la inteligencia social -otro libro de Goleman trata esto precisamente- que comprende la capacidad de controlar sentimientos y emociones propios, así como los de los demás, discriminar entre ellos y utilizar la información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones. Ellas configuran rasgos del carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, indispensables para una buena y creativa adaptación social. Goleman entiende que la inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. La moderna investigación sobre el cerebro y el comportamiento humano explican por qué personas con un elevado CI fracasan en sus empresas vitales, mientras que otras con un CI más modesto triunfan clamorosamente.

Uno de éstos es la educación.Īsí pues, de la estrechez de una visión de la inteligencia humana hemos pasado a la amplitud de las emociones y de cómo éstas están en el núcleo central de nuestra conducta. Además, hacer justicia a esta forma de entender la inteligencia es plantear un equilibrio y cordura en todos los ámbitos en donde la inteligencia ocupa un lugar preferente. Por eso hablamos de justicia, porque la inteligencia es más que eso, y nosotros, los que estamos en esto parcial o enteramente, lo primero que tenemos que ser es muy prudentes. Que nadie olvide las consecuencias, en muchos casos terribles, tras adoptar este enfoque como único, graves en lo personal y social porque otorgaban etiquetas a las personas, muy difíciles de retirar más tarde, cuando en algunos casos les acompañaban de por vida. Este tema no es baladí porque desde principios del siglo XX la inteligencia y su referente esencial el CI han sido considerados como los ejes del potencial humano, de tal forma que alguien que no llegaba a un determinado número o marca contaba, palmariamente, con una inteligencia por debajo de lo normal, es decir, era menos inteligente, así de claro. De momento, con la inclusión de otros aspectos de la realidad hemos venido a hacer justicia a la inteligencia y, con ello, al ser humano. Hay un lugar en la obra en donde Goleman se pregunta si el Coeficiente Intelectual (CI) determina nuestro destino, a lo que responde: «menos de lo que pensamos».

Mayer habían escrito un importante artículo llamado «Emotional Intelligence». Previamente, en 1990, Peter Salovey y John D. Ha vendido millones de ejemplares, es un fenómeno de multitudes. Daniel Goleman adquirió fama mundial con la publicación de su libro Inteligencia Emocional.
